lunes, 9 de abril de 2018

Del vino y de las copas

Cada vez que me siento a comer en un restaurante "elegante" tengo que hacer la lucha contra la moda de las copas de vino. En Italia, Francia, España, Grecia, países productores de vino desde la antiquedad, este elixir del buen humor se consume en copas de barro. Fueron los Medici en Florencia en el 1400-500 que empezaron a tomarlo servido en copas de cristal de roca, osea escarvadas en cristal transparente, y a darle otro aspecto. Desde entonces hasta el día de hoy el vino se sigue consumiendo en vasos o copas chicas. En los años ochenta, cuando Estados Unidos empezó a producir vino, lo que era una costumbre de todos los días en gran parte de los países europeos, se volvió moda, y con esto se empezó a acompañar con una serie de accesorios que lentamente pero inexorablemente ne estan destrozando el sentido.La copas altas son parte de este juego. Empezamos por partes. Comer, que es una de las joyas de la vida, es también desde el principio de todos los tiempos un metodo natural para socializar y reforzar los líos que forman una sociedad de individuos. Desde el principio de la historia del hombre todos los eventos que marcan el ciclo de la vida de un individuo y de la sociedad se realizan al rededor de una mesa. Nacimientos, matrimonios funerales, y más, acordes económicos, pactas políticas y todas las demás actividades humanas son acompañadas por la comida. La razón de esto es que compartiendo comida se cementan las relaciones sociales. Asi como en la manada de animales compartir la comida es una de las bases de la organización social. He visto y creado nuevas amistades organizando cenas de personas que no se conocían y solo por servir la comida al centro de la mesa para que cada comensal se sirviera empezaron conversaciones y escambios de ideas que llevaron a la creación de nuevos grupos de personas. Para que esto pase es fundamental que la "mise en place" de la mesa sea comoda y facilite la posibilidad de compartir. Hay que evitar los floreros altos de centro de mesa y hay que utilizar mesas donde sea fácil servirse sin estirarse demasiado para alcanzar un plato. Y obvio, hay que evitar las copas de vino altas. Todos los elementos altos en la mesa se vuelven barreras arquitectónicas impidiendo la conversación entre los comensales. Pero no se trata solo de esto. En Europa, por ejemplo, es mala educación agrarrar la copa con la mano en el pié. Se tiene que agarrar del balón. Pero si el balón es demasiado ancho no te cabe en la mano: se resbala y se rompe - como me pasó hace unos días en un restaurante muy bonito en Todos Santos. Si el pié es más alto de 5 centimetros, la copa estará de estorbo entre un comensal y lo que esta sentado en frente, impidiendo cualquier conversación. Y más: cuando vamos a un restaurante nuevo o a una degustación de comida no hay nada más divertido que compartir, como en los restaurantes chinos. Inútil aclarar que con copas alta 20 a 30 centimetros esto es definitivamente imposíble. En la mesa hay que estar cómodo. No es necesario aparentar. Yo pido siempre que me cambien la copa con un vaso y cuando se enteran que soy master chef y docente de historia de gastronomía me miran feo, pero en la mesa hay que sentise a gusto y esto tiene que ir antes de las costumbres impuestas por los que las copas la fabrican muy frágiles y carísima para crear una economía del vino que no tiene nada que ver con el liquido vital que acompaña la humanidad desde epocas antiguisimas y que es parte de las joyas de la vida.